Quinto día de novena a san Juan de Louredo 2020

Quinto día de novena a san Juan de Louredo 2020

 
Como hicimos en otras ocasiones, vamos a ver la oración propia de este día, comparando las dos versiones de la novena de las que disponemos. Se trata de la digitalizada en Uruguay, impresa en Montevideo, en 1842, y la que conservamos en Louredo, impresa en Valladolid, en 1889. Esta última, por el mal estado del libro, se fotocopió y esa fotocopia es la que se usa en la novena. Yo fotografié las fotocopias hace años y ahora os lo comparto.


La virtud de la prudencia en el Catecismo

Repaso las oraciones propias de estos días pasados y compruebo que, entre otras consideraciones, se pide al santo la consecución de diferentes virtudes: fe, esperanza, justicia y, hoy, la prudencia. Leamos parte de lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre las virtudes y, en concreto, sobre la prudencia. Recogemos los números 1803, 1805 y 1806:

1803 “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

«El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios» (San Gregorio de Nisa, De beatitudinibus, oratio 1).

San Juan Bautista y una donante 1480 - 1485. Óleo sobre tabla, 96 x 60 cm. Sala 051A

1805 Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. “¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza” (Sb 8, 7). Bajo otros nombres, estas virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura.

1806 La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

La prudencia y una anécdota entre Juan Pablo I y Juan Pablo II

Una curiosidad: la prudencia fue la virtud que el Papa santo Juan Pablo II explicó en su primera Audiencia General, el miércoles 25 de octubre de 1978. Recojo parte de sus palabras aquel día:

Cuando el miércoles 27 de septiembre el Santo Padre Juan Pablo I habló a los participantes en la audiencia general, a nadie se le podía ocurrir que aquella era la última vez. Su muerte después de 33 días de pontificado, ha sorprendido al mundo y lo ha invadido de profunda pena.

Hoy se presenta a vosotros por vez primera Juan Pablo II.

A las cuatro semanas de aquella audiencia general, desea saludaros y hablar con vosotros. Se propone seguir los temas iniciados ya por Juan Pablo I.

Recordemos que había hablado de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Terminó con la caridad. Juan Pablo I pasó ya por el tiempo de la fe, la esperanza y la caridad, que se manifestó tan magníficamente en esta tierra y cuya plenitud se revela sólo en la eternidad.

Hoy debemos hablar de otra virtud, porque he visto en los apuntes del Pontífice fallecido que tenía intención de hablar no sólo de las tres virtudes teologales fe, esperanza y caridad, sino también de las cuatro virtudes llamadas cardinales. Juan Pablo I quería hablar de las “7 lámparas” de la vida cristiana, como las llamaba el Papa Juan XXIII. Pues bien, yo quiero seguir hoy el esquema que había preparado el Papa desaparecido, y hablar brevemente de la virtud de la prudencia.

De esta virtud han dicho ya muchas cosas los antiguos. Les debemos profundo reconocimiento y gratitud por ello.

Según una cierta dimensión nos han enseñado que el valor del hombre debe medirse con el metro del bien moral que lleva a cabo en su vida. Esto precisamente sitúa en primer puesto la virtud de la prudencia. El hombre prudente, que se afana por todo lo que es verdaderamente bueno, se esfuerza por medirlo todo, cualquier situación y todo su obrar, según el metro del bien moral.

Prudente no es, por tanto —como frecuentemente se cree— el que sabe arreglárselas en la vida y sacar de ella el mayor provecho; sino quien acierta a edificar la vida toda según la voz de la conciencia recta y según las exigencias de la moral justa.

Pero el cristiano tiene el derecho y el deber de contemplar la virtud de la prudencia también con otra visual.

Esta virtud es como una imagen y semejanza de la Providencia de Dios mismo en las dimensiones del hombre concreto. Porque el hombre —lo sabemos por el libro del Génesis— ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Y Dios realiza su plan en la historia de lo creado y, sobre todo, en la historia de la humanidad.

Juan señala a Jesús

La oración propia de este día quinto de la novena en honor a san Juan no se queda en pedir la virtud de la prudencia. También nos la muestra en práctica, refiriéndose a un episodio de la vida de Juan bautista. Vamos al Evangelio según Juan y nos dice que el bautista señaló a Jesús como "Cordero de Dios", dos veces, y, una vez, "Hijo de Dios". Este es el texto, según la moderna versión de la Conferencia Episcopal, Jn 1, 29-39:

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.

Las imágenes de hoy

La primera es una comparativa entre las dos novenas que conocemos, ya que falta todavía saber si conseguiré la copia de Alcalá. Mientras, sigo compartiendo la de Montevideo y la de Valladolid. Y sigo esperando a nuevas revelaciones desde tierras de Burgos. Porque, gracias a un blog, descubrí que nuestro himno no es tan original como nos parecía, al menos en cuanto a letra y distribución (a nivel de música, de momento, es imposible saberlo).

La segunda la tomé de la página del Museo del Prado. Es un recorte. Su ficha dice:

San Juan Bautista y una donante 1480 - 1485. Óleo sobre tabla, 96 x 60 cm. Sala 051A

Fondo de paisaje. En primer plano, en el ángulo inferior derecho, arrodillada ante un reclinatorio, se encuentra la donante, una monja cisterciense. A su lado, de pie, el santo, representado con una escala mayor, domina con su presencia gran parte del espacio disponible. La inscripción en el borde de su manto con los textos: ego sum vox qui clamat in desertum e inter natus mulier non surexit maioris Johanes baptista permite su identificación, al igual que el atributo que lleva en su mano izquierda. El tipo humano utilizado, la indumentaria, similar a la de Juan de Nalda en la Catedral de Palencia, aunque invertida, y en particular el vestido de piel, le acercan a otras obras flamencas (Texto extractado de Silva, P.: Pintura hispanoflamenca: Burgos y Palencia. Obras en tabla y en sarga, 1990, p. 397).

La última es la de san Juan bautista, la que fue traída de la vieja capilla, que durante la novena se coloca a la vista del pueblo, en el presbiterio, y sale en procesión. Fíjense ustedes en los atributos de la foto y del cuadro, para compararlos y reconocerlos mejor en el futuro.
 

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