Hoy no van fotos de los trabajos en Louredo, porque iba yo con el tiempo justo y con los ánimos un tanto bajos. Sí, la madre natura recupera su lugar, ocultando los esfuerzos de generaciones de hombres y mujeres que rasparon la tierra, la araron y aprovecharon lo mejor posible, en aras de un futuro mejor para ellos y sus descendientes. Algunos, en tiempos no tan lejanos, salieron a "hacer las Américas" en diferentes puntos de América del Sur o cogieron camino cara Suiza y Alemania. Hoy, otros fuimos saliendo a lugares más o menos cercanos, aunque la suerte no siempre sea fasta.
Lo mismo pasa con cultivos y tierras, que hoy aparecen muchas "de monte", por falta de quienes las cuiden y ocupen. Los vecinos, así como las fuerzas, van a menos, y vemos que la vitalidad de los muchos "vegetables" (que decían en tiempos de fray Sarmiento) pugna por elevar su existencia, aprovechando las buenas lluvias que les vino hace poco y el sol que ya aprieta. Lluvia que alimentó las muchas y malas hierbas, pero que fastidió la fruta. Los vecinos ya echan cuentas y salen bajas existencias, por las muchas flores perdidas en pasados temporales y día grises.
Menos mal que tierras, como esta de Pedradas, siguen en activo y cada año los esforzados dueños la miman y cultivan, sacando ricos frutos.
¡Da gusto ver huertos que resisten la tendencia de abandono! Como al inicio de Os Veciños, donde las plantas colocadas contrastan con el verde de hierbas y silvas que domina la vista. Ya son varios años así, pero impresiona no ver, por ejemplo, la "poza da Lama", cubierta como está por tanto verde. Yo la recuerdo de pequeño, con su bocal de difícil acceso, por lo inferior que quedaba respecto al camino. Y la curiosidad por ver cómo medían cada "regada". El caso es que cada quien tenía una cantidad de agua para regar los campos cercanos y el método, resumido, era usar un tallo de "milleiro" con varios palitos. Se colocaba la base sobre determinado lugar y se prestaba atención a que cada regador respetase la distancia entre palitos que le correspondía. No faltaban los que hacían trampas. ¿Cómo? Por ejemplo, apoyando mal el tallo, de modo que podía aprovecharse de algo del agua del anterior. Eran tiempos en los que se aprovechaban muchas tierras y las de O Campo albergaban cultivos para casa... hasta que llegaron los jabalíes y la gente se desencantó del lugar. Luego, con el paso de los años, fueron faltando los dueños.
Hoy, los trabajos que me han tocado han sido los de sulfatar y segar: las pocas cepas que quedan necesitan cuidados, que ya asoman hojas con mildiu, y la hierba... ay, la hierba, altísima por todos lados.
De lo que sí pondré foto es del curioso fenómeno atmosférico de hoy. No me es desconocido, pero no es cotidiano. Un redondito halo solar en el blancuzco cielo de este mediodía, con algunas nubes más bajas, con calor. La sombra de cualquier cosa, incluso uno mismo, quedaba medio difusa.
El toque de color, para el final, esta flor y los frutos al fondo, de una plantita de fresas. ¡Cosa rica!
Y las letras en esta desvencijada puerta. Iniciales de dueños que ya no abren ni atraviesan ese dintel.
Y la imagen de la virgen de Fátima, que va de casa en casa de Louredo y que reposa, desde hace años, en una preciosa caja, obra de un louredés con arte.
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