Extracto lectura sobre san Antonio, abad

Extracto del artículo “San Antonio Abad, un santo antiguo pero muy actual”, de Soledad González Peña. Lo comparto por si interesa conocer un poco más a san Antonio, ahora que estamos en su fiesta. Las negritas son mías, resaltando nombres y temas. Completo la lectura con una foto del san Antonio de Louredo.


Lectura completa AQUÍ.


San Antón ocupa un puesto indiscutible en la tradición piadosa del pueblo cristiano español que todos los 17 de enero inicia el año con romerías y festejos en su honor, organizados en ciudades y pueblos por cofradías y hermandades. Y ha sido fuente de inspiración de numerosos artistas, entre ellos que Velázquez, dato a tener muy en cuenta por ser muy escasa la representación de santos que nuestro gran artista llevó al lienzo.


Nace Antonio en Egipto, cerca de Menfis, el año 251 y queda huérfano muy joven y heredero de una cuantiosa herencia. Pero un día al entrar en el templo oyó predicar este pasaje: Si quieres ser perfecto, vende tus bienes y reparte entre los pobres el dinero que obtengas de la venta. Estas palabras evangélicas fueron decisivas para él; vendió sus bienes, repartió su hacienda, dejó a su pequeña y única hermana al cuidado de piadosas mujeres y libre de ataduras se marchó a vivir al desierto. Y allí murió en el 356, a la edad de 105 años, en el monte Colzim, cerca del mar Rojo.


El fenómeno del monacato cristiano se inició precisamente en Egipto en los últimos años del siglo III a.d.C. El desierto se convirtieron en el escenario de un fenómeno singular: las almas generosas formadas en el clima de la persecución se retiraban a él para sufrir el martirio del aislamiento, el ayunos y la mortificación; para vivir en la contemplación de Dios unos ideales místicos basados en la dura ascética de los consejos evangélicos. El ansia de santidad que en los primeros tiempos del cristianismo se alcanzaba a través del martirio físico, se buscaba ahora a través de la renuncia a la propia vida.

Por tanto la literatura hagiográfica a partir del siglo IV está estrechamente relacionada con el monaquismo. Hasta entonces la Iglesia había venerado como santos sólo a los mártires y había transmitido sus vidas y hechos en las conocidas Actas de los Mártires. Con los anacoretas apareció en escena otro modelo de cristianos ejemplares, a los que se consideraba “santos vivientes”, retirados, silenciosos y entregados a la meditación, al ayuno y la penitencia, en unas durísimas condiciones de vida. Fue San Atanasio el que escribió sobre San Antonio Abad la primera hagiografía que se conoce.

 
La amistad de San Antonio y San Atanasio (296 a 373) debió surgir en las largas visitas que este sabio prelado hacía a los ermitaños del desierto, admirado y edificado por aquel tipo de espiritualidad y de ortodoxia cristiana. San Atanasio llegó a ser obispo de Alejandría y luchó sin desfallecer toda su vida contra la arraigada herejía arriana, contando siempre con el apoyo de su amigo Antonio, que incluso en alguna ocasión se trasladó a Alejandría para ayudarle en su predicación contra esta grave desviación de la doctrina. Al morir Antonio, en el 356, Atanasio como homenaje escribió su vida que es una edificante lectura.


Una serie de detalles y símbolos distinguen las representaciones de San Antón. Por un lado, su ubicación en el desierto en actitud de oración y rodeado de tentaciones, pero también se le identifica por el cerdo que normalmente le acompaña en cuadros y esculturas. 

El cerdo se consideraba un animal impuro y ponerle a sus pies significaba que había vencido a la impureza. Pero hay otra causa que proviene de la orden de los Caballeros Hospitalarios, Antonianos o Antonitas, fundada en el siglo XI en Francia, bajo la advocación de San Antonio como santo curador. Para mantener y alimentar a los enfermos los frailes recurrieron a la crianza de cerdos, a los que pusieron bajo la protección del santo, simbolizada por la campanilla que tintineaba atada a sus cuellos y así tenían el privilegio de poder vagar en libertad por las calles de los pueblos y los terrenos comunales, donde eran alimentados por sus vecinos.


Del hábito de estos frailes procede otra señal iconográfica, pues se representa habitualmente a San Antón como un anciano barbudo que viste el hábito de los Antonianos: el sayal negro con la Tau –a la cual él tenía gran veneración– en azul.

 

Foto de la imagen de san Antonio, en lo alto del retablo lateral izquierdo de la iglesia parroquial de san Juan de Louredo, Cortegada, arciprestazgo de Ribadavia. 



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