Tarde de arada en Louredo, abril 2022

Las tierras de Louredo están mudando estos días de abril, tras la primera luna llena de primavera. Los sucesos celestiales marcan un ritmo a los esforzados louredeses, que miran al cielo o consultan los calendarios para preparar la siembra. Los riscos que abren los terrenos precisan de un permiso celestial, generalmente relacionado con la luna menguante, además del propio "buen tiempo" atmosférico. También se procura la presencia de varios trabajadores, por aquello de aligerar los trabajos y para alegrar el corazón con una sentida charla, ya sean vecinos, ya familiares. 

En Louredo vemos la luna menguante como propiciadora de las fuerzas contenidas en lo profundo de la tierra, relacionando el descenso de su plateada luz con la siembra de los vegetales que crecen subterráneamente, con la recogida de los mismos, con los frutos que brotan de ramas aéreas y la fuerza que se va concentrando en ellos, y no en las ramas, con la limpieza de los ojos de las patatas recogidas y almacenadas,... La creciente la relacionamos con el aumento de rama y hoja, con el descenso en la producción de fruto, con la potencia de la savia y el cuidado que hay que poner en la poda, aunque también se puede usar ese impulso invisible para hacer secar plantas malas, sobre todo si crecen mucho y uno quiere podarlas o cortarlas para que sangren abundantemente.


El día de arada era día de alegría en la casa, pues se compartía conversación, trabajo y comida. Queda recuerdo de esto, aunque ya no se invierte tanto tiempo ni las fuerzas son tantas como antes, mas todavía se respira un clima alegre. La arada de este 2022 vino precedida de un invierno seco, con temperaturas propias de primavera. La tierra, insospechadamente, guardaba suficiente humedad, pero los vecinos comentaban lo malo que sería seguir con esta sequía, seguir con una primavera de escasas lluvias. ¡Y que no vengan heladas o piedra (granizo)!

Recuerdan los mayores cómo en san Xoán de Louredo se tocaban las campanas durante todo el mes de mayo, para evitar esas tormentas funestas. Aquí, a diferencia de otros pueblos, no se esperaba la llegada de tenebrosos nubarrones, ya se tocaba por tradición, como profiláctica costumbre en pro del sembrado, en una época especialmente sensible en el desarrollo de las plantas.

El proceso de arar viene siendo el de siempre: limpiar el terreno, eliminando hierba y vegetales, quemando los “píos” del año pasado, repartiendo estiércol sobre la superficie. Una vez comienza la tarea del arado, los de a pie se encargan de allanar el terreno arado y tirar el estiércol de la superficie a los riegos abiertos, sobre los que pasará la rueda del tractor a continuación. Si la labor se alarga, gusta hacer una parada, compartiendo impresiones sobre el tiempo y el terreno, además de un refrigerio. Finalizada la arada, los de la casa se disponen a dividir el terreno, pensando en la siembra. Cada vegetal tiene su tiempo, ya echando semilla, ya trasplantando.


La zona destinada a maíz es la que merece la primera atención: o a ojo o con un cordel tenso, se demarcan los arroyos por los que fluirá el agua y también se pueden marcar los caminos de paso. A seguir, con el azadón, quedan fijados en la tierra. Importa mucho la atención y la experiencia, de modo que se sitúen estos y la futura siembra en cierta pendiente, facilitando el paso del agua a todo el terreno. Hechos los riegos se pasan a los sembrado: realizados con un rastrillo de madera de cuatro dientes. El diente de un extremo va por el arroyo, siendo este la clave, se tira hasta el siguiente riego; luego, de vuelta, hincando el diente de un extremo en el último trazado hecho, lo que limita con el terreno sin marcar. Siguiéndolos, los sembradores irán posando un grano de maíz a cada paso que dan, con el “espichón” en la mano (tarea denominada " espichar").

 

Las fotos anteriores corresponden a la tarde de arada del pasado 20 de abril. Muy soleada, mas con un viento norte frío que cortaba y secaba la tierra. Recupero ahora algunas fotos de otros años, acompañadas de notas que les dan un contexto. Pienso que serán un precioso complemento y motivo de recuerdo o curiosidad.


San Xoán de Louredo, 6 de mayo de 2017.

Terrenos arados hace poco, donde vemos el camino (la línea recta más gruesa) que los atraviesa y conecta, los arroyos para el agua (más finos, pero aún gruesos) y las líneas de plantación, algunas ya ocupadas por plantas crecidas.

Una vez arada la tierra, además de señalizar el camino que la cruza de un extremo al otro (al ancho), lo importante es marcar por donde irá el agua (generalmente, proveniente de la poza de Pedradas). Aquí tenemos dos riegos, que parten de la derecha de la foto hacia la izquierda. Junto al muro hay zonas por las que discurre el caudal y conectan con este campo.

La segunda demarcación es la de las líneas de siembra. Estas se definen por ir desde un arroyo al límite de la finca o entre dos surcos de riego. Se realizan con una especie de angazo (rastrillo) largo, con pocos dientes (4), realizado todo en madera. Así se consigue, en una sola pasada, varias líneas paralelas (una línea por diente). Si se trata de maíz, la semilla se introduce en la tierra con un "espichón", que realiza un agujero de varios centímetros de profundidad. Con la misma herramienta se cierra el agujero, removiendo la tierra circundante. A esta forma de siembra la denominamos "espichar". También cabe realizar trasplante de vegetales ya crecidos, como pueden ser las plantas de tomates y pimientos.

De año en año se rotan o innovan los cultivos, de modo que la tierra "no se canse".


Foto de 20 de abril de 2018, en san Xoán de Louredo. Todo estaba listo para una próxima mañana de arada.

 


El campo se siega y los "píos" se queman, dejando los restos de la paja seca y las cenizas en el mismo sitio, se colocan "medas" de estiércol y se disponen los aperos, dependiendo de la finca y de la gente que venga echar una mano, el tiempo de la arada, amén del arte del arador y su arado. Es una mañana alegre, teñida por el esfuerzo, donde no solo se le da caña al azadón, sino que se comparten las novedades del pueblo, se pregunta por la familia y se recuerdan tiempos pasados, con más vecinos trabajando estas mismas tierras.

Si la cosa se alarga hay que realizar una parada. Se sirven cervezas o refrescos, cuando no se va a la próxima fuente de Pedradas (agua siempre fresca y sabrosa). No faltaba antes la gaseosa. No era momento para el vino ni de comer, sacando alguna fruta o un ligero bocadillo. Y se regresaba a la faena: el tractor abre la zanja, se tira de "azadón" y se arrastra el estiércol, raspando un tanto el terreno más próximo al riego recientemente abierto.

Este terreno solía terminarse antes de mediodía y había que tirar de cordel para señalizar por donde irían los riegos del agua y por donde los destinados al sembrado: maíz, tomates, pimientos, remolacha, judías, calabazas... Y, si el tiempo lo permitía, antes de comer, comenzar a “espichar”, sembrando el maíz.

 

San Xoán de Louredo, 21 de abril de 2018. Día de arada.


Los asistentes se reparten al largo de los surcos del arado. El tractor pasa, abriendo la tierra y cada quien se mete en él, arrastra estiércol cara sí y raspa el terreno. Si se da la vuelta, busca allanar un tanto la tierra arada con su azada. Y, siempre, siempre, teniendo cuidado de mantener la conversación con los próximos y la vista puesta en las distancias con el tractorista.

En esta foto, en los terrenos entre O Outeiro y Pedradas, vemos los primeros surcos arados (a la derecha) y el terreno que falta (a la izquierda). Sobre este, una zona próxima con el estiércol esparcido sobre la tierra. La zona más alejada no lo tiene, quizás porque no se pudo repartir allí o porque la “meda” se situó más hacia la izquierda. Los labradores arrastran estiércol o raspan la tierra agreste. Así, introducen en el terreno la capa verde, conformada por restos de maíz, grelos y hierba. También, cenizas de los “píos” (quemados en alguna mañana de niebla cerrada).


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