Lunes 17 de enero, memoria de san Antonio, abad. Egipcio que dejó una vida regalada para dirigirse al desierto y, progresivamente, adentrarse en él, hasta consumirse y borrar todo rastro físico de su existencia. Es una delicia leer su vida, escrita por quien le trató y le tuvo como referencia en la fe, el obispo de Alejandría, san Atanasio.
En el altar de la izquierda, según entras por la puerta mayor de la iglesia parroquial de san Juan de Louredo, Cortegada, encuentras su imagen en lo alto. Es curioso que haya dos imágenes de san Antonio y las dos se encuentran en el centro del altar izquierdo. Eso sí, el de la cima es el abad, mientras que debajo está la del franciscano portugués, que la catolicidad conoce como "de Padua". Dos imágenes de los dos san Antonio. Como curiosidad, decir que en Louredo existe un peto de ánimas, donde se vería otra imagen, pequeñita, de san Antonio de Padua. En el cercano pueblo de Remuíño, ayuntamiento de A Arnoia, es este santo misionero su patrono.
San Antonio, abad, monje solitario del desierto que aprendió de otros y enseñó a muchos más, es conocido como patrono de los animales. No conozco ninguna práctica actual relacionada con este patronazgo, lo cual no es nada extraño, pues los animales domésticos han ido descendienco en número en el pueblo. No hace tantos años, era normal tener una o dos vacas por casa, además de las gallinas y de los cerdos. Menos eran, pero también se cuidaban ovejas. Durante una época, se madrugaba y se llevaban unos litros de leche a las "lecheras", que pasaban temprano a recogerla. Muchos crecimos bebiendo la leche de la vaca de casa, a la que se ordeñaba por la mañana y de tarde. San Antonio, hoy, tendría poco animal que bendecir, pues quedan apenas ovejas, además de perros y gatos. Aunque bien se le podría pedir protección contra jabalíes y lobos, nada frecuentes, pero siempre presentes en el subconsciente local, además de los recuerdos de los mayores. Pocas veces se vieron lobos, pero algunos cuentan cuando salían al monte con sus rebaños y alguna vez desaparecía alguna pequeña oveja. Hubo quien los vio de cerca, aunque sin sufrir daños. San Antonio, leo en su 'Vita Antonii', llegó un momento en que se retiró a la Alta Tebaida, huyendo del gentío y la desmesurada atención que le dirigían, plantó un huerto y tuvo que recriminar a los animales que se lo destrozaban que no pasasen por su trozo de tierra.
Desconozco antiguas prácticas y devociones relacionadas con el santo, así como su relación, si la tuvo, con el ciclo de la cría de animales y el cuidado, siembre y cosechas de los campos, así como la bendición de los mismos y el rezo de aquellas témporas. El refranero local lo recuerda, como en tantos otros lugares, como "san Antón do inverno, Antoniño verdadeiro, san Antón do verán, Antoniño mentirán".
La imagen de Louredo dirige su mirada al cielo, llevando un báculo con campanilla en la mano derecha y un libro, que apoya en su pecho, con lo que parece una cruz en la portada, en su mano izquierda. A los pies, bajo el libro, un cerdo que levanta su mirada al santo. Como vestidura, una capa oscura, con capucha echada a la espalda, un manto blanco que le llega a los pies, y los oculta, estando sobre el mismo un tablón de tela que sale desde el cuello y llega casi a los tobillos. En él se adivina como un rombo oscuro, a la altura del vientre.
He de preguntar en el pueblo si actualmente se celebra Misa o alguna bendición. Para los devotos y curiosos, comparto esta selección que un buen conocedor de la liturgia católica ha realizado para su blog. También procuraré enterarme de qué otros san Antonio están el ámbito de la Iglesia en O Ribeiro, dando noticia de este de Louredo.
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