(Un cuento de san Xoán de Louredo, Cortegada, Ourense)

Le llamamos Refexón (Refoxón en los mapas) y comienza en un cruce de senderos, donde un sencillo crucero bendice a cuantos le dedican una callada oración. El caso es que el vecino de Louredo iba con el saco a la espalda y pasó ante el cruceiro y el hombre de la lumbre como quien pasa delante de un gato. Unos pasos más allá escucha que el hombre le dice: oye, ya que no me saludas, por lo menos saluda a este que tengo al lado (refiriéndose al cruceiro). No cuenta la historia si el hombre siguió tal como había entrado, pero sí que, una vez regresado de moler, buscó los restos del fuego que calentaba a aquel misterioso hombre... Y no los encontró. Por lo visto era el demonio que, bajo forma humana, merodeaba el pueblo aquella noche. Descansando del camino y buscando calor ante el relente de la noche, había aprovechado para lanzarle al despreocupado vecino un pío recordatorio.
Claro, dirás, ¿cómo va a ser el demonio tan devoto? Pues porque el cuento tiene moraleja y todo apunta a la práctica de la oración. No es extraño, cuando el demonio forma parte de un relato donde se deja ver, hablando como un presunto cristiano. Esto lo vimos cuando escribí, en otro blog, sobre 'El libro de san Cipriano'. Allí se encuentran historias donde Satanás acaba realizando alabanzas a la virtud o advierte contra la depravación del pecador. Puedes leer que el demonio se humilla y declara que Dios es omnipotente o parecerte que es un recurso literario, propagandístico, para mejor llamar a la devoción. El cuento hace referencia a una práctica de nuestros mayores que, ante los cruceiros, susurraban o rezaban mentalmente una oración del Oficio de Semana Santa. La llamada de atención recae en el Enemigo, de modo que se remarca mejor (llamando la atención) la obligación y conveniencia del rezo.
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