En O Rabiño, Cortegada, se ofrece al culto del devoto un santo que la Iglesia venera con gusto: san Benito. Hombre de vida recta y que dejó una obra literaria que aún hoy se consulta y estudia: la 'Regla'. Precisamente, si os fijáis en algunas de las imágenes del santo en esta parroquia ourensana, veréis que lleva un libro abierto en su mano derecha. Pues ya sabéis cuál es.
En esta parroquia, la fiesta del patrono conoce dos fechas: la del 21 de marzo, día de su muerte, conocida por estos lares como "san Benito do inverno" (aunque sea la primera fiesta de primavera) y, luego, la del presente 11 de julio, "san Benito do vrau, do verán". En ambas, la novena se realiza 2 veces cada día, una de mañana (siempre temprano, a las 8) y otra de tarde.
Amparados por los montes cercanos y abierta la vista a los lejanos, O Rabiño queda en un precioso mirador con una iglesia que campa en ese terreno. Y coincide su cabecera con el cierre de los bosques y se abre su puerta mayor a los terrenos y caminos que llevan a ella. Sendas que hoy algunos aún realizan a pie, llegando la mayoría en coche y de las que los mayores cuentan historias, haciendo memoria.
La romería ha perdido cierto encanto con la automovilización y también fieles que lleguen hasta el lugar o se queden a las fiestas. Pero el atractivo sigue presente y el 11 de julio es una oportunidad siempre interesante para acercarse al lugar y compartir parte de su atmósfera y sus gentes. No me ha cuadrado estos años poder estar a la novena ni mucho tiempo el día de la fiesta o coincidir con la Misa mayor, pero un año más regreso para la Misa de 11 (la misa de las 11 del día 11), la que suele presidir don Benito, párroco de Crespos y músico vocacional, cura que ese día festeja a su patrono y al que guarda detalles, como el canto y las palmas de este año, cara el final de la celebración.
Rescatando parte de su homilía de menos de 5 minutos, podemos recordar cómo don Benito expresó dos realidades que nos atraen hasta este lugar del ayuntamiento de Cortegada: el encuentro con los conocidos y amigos, amén del religioso, con Dios a través de san Benito.
Alegrámonos de poder xuntarnos aquí. Un dos problemas que temos os que vivimos no pueblo é a sensación de estar solos: non hai xente nos camiños, salimos afora e parece que andamos solos. Por eso, máis ca nunca, necesitamos estes encontros, estas festas que serven para verse, para sentir que seguimos tendo amigos, que seguimos tendo persoas cerca de nós cas que temos que compartir a vida. E vimos, coma sempre, ca realidade das nosas vidas. Unha realidade que quizás non cambiou moito nestes catro últimos meses. Unha vida que poñemos aquí na presencia do Señor.
Tras esta presentación, el predicador se centró en la figura del patrono, que coincide ser el parroquial y el que le dio nombre a él. Fixámonos en san Benito e, con el, en tanta xente que foi creadora de vida, de camiños de paz. San Benito deixounos o seu testimonio, o seu exemplo. E nós, imitando a el, temos que comprometernos con esa realidade que vivimos.
Don Benito es uno de lo sacerdotes que a lo largo del día celebran misa en la iglesia parroquial. Un total de 8 Eucaristías anunciaron para este verano de 2024, repartidas desde las 7 de la mañana hasta las 18:30 h, siendo la de mediodía, la que es precedida por procesión con el santo, la presidida por el obispo. De todas, no suele ser la más seguida por la feligresía, sino las de las primeras horas, sobre todo desde las 8.
Los fieles parecen seguir las inveteradas tradiciones de acercarse a la figura del santo y pasarle un pañuelo (que luego se pasa por la cara, generalmente), comprar exvotos de cera y velas (muchas arden en el exterior, cerca de la puerta mayor, vigiladas), escuchar una o varias misas, confesarse y comulgar, además de adquirir algún recuerdo en la carpa del exterior, donde se venden llaveros, figuras, cruces del santo y botellitas con aceite bendecido). A mayores, vi que siguen exponiendo la reliquia del santo en el altar durante la misa, bajándolo al final de la misma a los pies del presbiterio.
Gracias a un sencillo dispositivo de Protección Civil, unido a la nueva superficie de aparcamiento cercana, el corte de tráfico cara el Humilladero y el trozo disponible en el fondo de la carretera que sube a Louredo (por O Pazo), los conductores disponen de varias vías de llegada y estacionamiento. Y los que se animan a bajar andando pueden disfrutar de caminos como el que pasa por Soutelo.
Los mayores recuerdan la expectación de un día de fiesta como el de hoy, con sus ojos infantiles viendo pasar desde Zaparín o Fustáns a tantos y tantos entusiasmados vecinos, todos cara O Rabiño. Muchos a pie, algunos en caballería, aprovechando los caminos y atajos de los montes, siguiendo sendas como "a dos arrieiros", que bajaba por la zona de A Buratiña.
A min acórdame, tal día coma hoxe ir po monte á mañán cedo, que ibamos e despois baixabamos pa san Benito ver baixar tal cantidad de xente. Daba gusto velos baixar, recuerda Mª Concepción R. Desde o alto víase a vía do tren, cando pasaba por Filgueira. Moita xente nunca o vira e alá subían cos rapaciños para ensinarllo dende lonxe. Pasaban moitos mercancías e dicían: mira cantos canastriños leva! Cada canastro era un vagón.
Completa recuerdos Carmen R. al comentar cómo tantos devotos llegaban al Rabiño y se quedaban, pues traían la comida. Algunos llegaban el día anterior y podían pernoctar. Aunque al final se aprovechaba cualquier lugar disponible de las cercanías, señalan los mayores que lo que hoy son unas ruinas de casa al lado del templo, de aquellas era una casa con un precioso patio, que estos días de fiesta se convertía en taberna y lugar de encuentro para comer a gusto. Y no era el único. E tamén debaixo das viñas que había ó lado da funeraria. A funeraria que había subindo da fonte á dereita, que era unha casa que era da familia da tía Fina. E aí había unhas parras que eran do señor Viso vello e tamén se puñan alí debaixo.
Yo no recuerdo nada de esto, pues fue vida contemporánea a la infancia y juventud de mis padres y tíos, pero sí tuve la experiencia de comida en la casa rectoral. Allí, cada san Benito, reunía don Delmiro a los sacerdotes que le habían acompañado por la mañana en las labores pastorales, a amigos y colaboradores, en torno a una surtida mesa, donde no faltaban la fresca ensaladilla de entrante, carne, merluza y postre, consiguiendo un precioso espacio de esparcimiento. El recuerdo agradecido va a él y a cuantas se esforzaron en los fogones, mujeres que contaban con los agradecimientos de todos y que eran aplaudidas por su buen hacer y cercanía, quedándose siempre un rato con los comensales.
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