Novena a san Juan de Louredo 2022 IX

En el Nombre del Padre...

--Oración inicial para todos los días--

Gloriosísimo san Juan bautista, precursor de mi Señor Jesucristo, lucero hermoso del mejor Sol, trompeta del Cielo, voz del Verbo eterno, pues sois el mayor de los santos y alférez del Rey de la Gloria, más hijo de la gracia que de la naturaleza, y por todas razones príncipe poderosísimo en el Cielo, alcanzadme el favor que os pido en esta novena si fuere conveniente para mi salvación y, si no, una perfecta resignación, con una abundante gracia que, haciéndome amigo de Dios, me asegure las felicidades eternas de la Gloria. Amén.  

--Se lee la oración propia del día--

Purísimo y pacientísimo Juan, dulce patrón y abogado mío, mártir glorioso que, perseverando invencible en persuadir lo bueno y reprender lo malo, fuisteis puesto en prisiones. Y dando vuestra inocente garganta al cuchillo llevaron vuestra cabeza a aquel convite, o teatro de impureza, en donde, cerrados los ojos, más por no ver lo impuro que porque estabais muerto, reprendisteis nuevamente el vicio. Y pues sois, santo mío, el mayor general de Cristo que, con vuestra inocente sangre, delineasteis el campo de su pasión y el del valeroso ejército de sus mártires, por estas singulares excelencias os suplico me consigáis la virtud de la pureza y la castidad con el don de la perseverancia y que, por este medio, logre acompañaros eternamente en la Gloria. Y concededme también el favor que os pido en esta novena, si me conviene. Amén. 

Hacemos nuestras peticiones.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

--Oración final--

Santísimo y humildísimo señor san Juan bautista, que siendo tanta vuestra santidad que ocupáis un lugar muy distinguido en la Gloria, y siendo tan grande que, como dice san Agustín: quien es mayor que vos no es hombre solo, sino Dios también, con todo eso dijisteis que no os convenía otra cosa que apocaros y disminuiros, y que siendo reputado por Mesías y Salvador del mundo negasteis, por vuestra humildad, aún el ser profeta, siendo más que profeta.

 Haced, santo mío, que yo conozca mi bajeza y que me humille con este conocimiento hasta considerarme el más indigno y peor de los hombres, sin dar entrada en mi corazón al más leve pensamiento de soberbia. 

Y haced, glorioso santo, que sobre este precioso cimiento de la virtud fabrique yo, con el ejercicio de las demás, un perfecto edificio de santidad, arrancando de mi corazón todos los vicios y poniendo en orden y sujección todas mis pasiones. Poderoso sois, santo mío, y aunque yo, indigno de que oigáis mis súplicas, poned los ojos en los méritos de vuestro primo Jesús y de vuestra tía María Santísima. Y, pues esta mi principal súplica es agradable a sus ojos y a los vuestros, alcanzádmela, glorioso santo, para que con ella logre yo una perfecta y santa vida, y una feliz y dichosa muerte. Y concededme también el favor que os pido en esta novena, si hubiese de ser para mayor servicio de Dios y honra vuestra. Amén.

 

-- LECTURA COMPLEMENTARIA: Juan el bautista en un extracto del libro 'Jesús-Aproximación Histórica', de José Antonio Pagola.

El bautismo de Juan es mucho más que un signo de conversión. Incluye el perdón de Dios. No basta el arrepentimiento para hacer desaparecer los pecados acumulados por Israel y para crear el pueblo renovado en el que piensa Juan. Él proclama un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Este perdón concedido por Dios en la última hora a aquel pueblo completamente perdido es probablemente lo que más conmueve a muchos. A los sacerdotes de Jerusalén, por el contrario, los escandaliza: el Bautista está actuando al margen del templo, despreciando el único lugar donde es posible recibir el perdón de Dios. 

La pretensión de Juan es inaudita: Dios ofrece su perdón al pueblo, pero lejos de aquel templo corrompido de Jerusalén! Cuando se acercó al Jordán, Jesús se encontró con un espectáculo conmovedor: gentes venidas de todas partes se hacían bautizar por Juan, confesando sus pecados e invocando el perdón de Dios. 

No había entre aquella muchedumbre sacerdotes del templo ni escribas de Jerusalén. La mayoría era gente de las aldeas; también se ven entre ellos prostitutas, recaudadores y personas de conducta sospechosa. Se respira una actitud de conversión. La purificación en las aguas vivas del Jordán significa el paso del desierto a la. tierra que Dios les ofrece de nuevo para disfrutarla de manera más digna y justa. Allí se está formando el nuevo pueblo de la Alianza. 

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